jueves, 22 de septiembre de 2016

Robur el Conquistador



La inspiración para crear a Robur le llegó a Verne por medio de su amigo Nadar, piloto de aerostáticos, que lo había convencido hacía más de veinte años a que se uniera a una sociedad que apoyaba los experimentos de vuelo con unas increíbles máquinas como los helicópteros a vapor. La idea de volar ya era perseguida por muchos científicos, y a pesar que Verne no era partidario de los globos dirigibles, la fe de Nadar lo hizo crear una nave aérea fantástica a la que bautizó Albatros. Verne, aficionado de los enigmas, solía utilizar palabras del latín para nombrar a sus personajes. Al igual que Nemo significa «Nadie», Robur significa «Roble», que denota poder y fuerza. La robustez nata con la que Verne crea a su protagonista, la deja notar cuando él mismo se presenta ante la asamblea del Weldon Institute: «Ciudadanos de los Estados Unidos de América, me llamo Robur. Soy digno de ese nombre. Tengo cuarenta años, y poseo una constitución de hierro, una salud a toda prueba y una gran fuerza muscular.» El progreso no está en los globos aerostáticos, ciudadanos globistas: está en los aparatos volantes. ¡El pájaro vuela, y no es un globo, es una máquina! Robur, a diferencia del capitán Nemo, es un hombre que no pretende conquistar los mares, sino los cielos. Antes de Robur, los inventores de las historias de Verne habían sido unos sabios de loables intenciones, pero el creador del Albatros será maléfico, y aunque les revela a sus prisioneros las maravillas del mundo vistas desde el cielo, tiene la declarada intención de no liberarlos.

¿Y con qué derecho? ¡Con el derecho del más fuerte! Robur es un gran sabio inventor pero a la vez resentido con una humanidad mezquina y violenta, que enfoca el progreso hacia la guerra y la explotación. Es por eso que desarrolla su invento en secreto y recluta su tripulación de entera confianza, jactándose de su poder tecnológico, no dudando en utilizarlo cuando le apetezca. Uno de sus rasgos característicos es el afán de individualización y el de ir en contra de la sociedad. Este comportamiento lo convierte en un ser ermitaño y muy sensible ante toda intromisión o cuestionamiento del exterior, moviéndose en la delgada línea entre el afán de libertad y el crimen. Honorables globistas, se encuentran ahora en libertad para andar por donde les plazca dentro de los límites del Albatros Ese micro mundo creado por el enigmático Robur, en los cielos, sin fronteras, es un pensamiento impresionante del escritor, que en aquella época, de mediados de siglo XIX, contrastaba con las ideas políticas.

Se trata pues, del alegato antibelicista de un idealista y soñador que pregona con su ideología, una crítica a la política de aquel entonces, una fantasía, la de volar, que sólo podía hacerse en globo en esos años, y que el Albatros, su portentosa máquina voladora lo haría realidad. El retorno a los orígenes En la biografía de Verne, 1886 está marcado por una serie de eventos trágicos. A la venta en febrero, a causa de problemas financieros, de su barco, el Saint Michel III, y a la diabetes que lo aflige, le sigue el 9 de marzo el ataque con dos tiros de revólver en la pierna izquierda, por parte de su sobrino Gastón, hijo de su hermano Paul. Una semana después, postrado aún en su lecho, es víctima de otro atentado quizá más doloroso: recibe la noticia de la muerte de Hetzel, su editor, consejero, amigo y padre espiritual. Estos sucesos lo llenan de melancolía, ¡ya no navegará más! Sus obras a partir de ese momento irán adquiriendo un tono pesimista y escéptico. Reducido a la inmovilidad durante largos meses, Verne se refugia más que nunca en su trabajo, con el que trata de evadirse de la tristeza que lo embarga. No obstante, a pesar de la muerte del padre, la producción de la firma Hetzel continúa sin interrupciones y la del autor también, y una de las obras que reflejan esta ardua labor es Robur el Conquistador. Todo indica que fue Nadar quien inició a Verne en las artes aerostáticas. La fe de Nadar por los vuelos con aparatos más pesados que el aire, inspiró a Verne crear el personaje de Robur el Conquistador y a diseñar una aeronave basada en este principio: el Albatros. Este libro renueva y perpetúa el género que Hetzel había ya descrito en la introducción de Viajes y aventuras del Capitán Hatteras: «El objetivo de las novelas de Verne es resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos acumulados por la ciencia moderna y rehacer bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del universo».


Verne está, en efecto, hace algunos años, falto de inspiración en lo concerniente a la narración de ingenios y máquinas extraordinarias, puesto que todos los temas habían sido ya más o menos abordados en sus novelas anteriores. Sin embargo, algunos elementos van a animar la imaginación del autor. De una parte, en 1884 (un año antes que comience a escribir Robur), el capitán Renard, quien es citado varias veces en la novela, había recorrido en un dirigible una distancia de siete kilómetros. Además, aquel mismo año apareció un libro titulado: En los aires. Historia elemental de la aeronáutica. Éste había sido escrito por un antiguo amigo, Gabriel de la Landelle, a quien se le atribuye la invención de la palabra "aviación" en 1863. Influido por estas ideas, su postración lo regresa a tiempos más felices; los recuerdos de sus comienzos resuenan en él como voces en su “lecho infernal”, y un día Nadar recibe esta carta: «Mi querido amigo, te hago llegar a través de Hetzel a Robur el Conquistador. ¡Vas a redescubrir en la novela todas tus ideas sobre la cuestión de lo “más pesado que el aire"! He querido retomar nuestro asunto de una manera fantástica. Ya me dirás si te gusta. Éramos veinticinco años más jóvenes cuando conversábamos sobre todo esto. Ahora llevo seis meses en la cama con la pierna estirada. ¡Es mucho tiempo!»


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