Los siete contra Tebas (en griego antiguo Ἑπτὰ
ἐπὶ Θήϐας: Heptá epi Thēbas) es uno de los episodios más dramáticos de la
mitología griega, siendo por ello uno de los preferidos por los dramaturgos
clásicos, que incluyeron fragmentos de esta historia en sus obras, y en
especial Sófocles con su serie de Edipo y Esquilo, que recogió la historia de
los siete contra Tebas en una obra titulada de la misma forma. La historia de
los siete contra Tebas podría entenderse como la continuación del drama
personal de Edipo, rey de esta ciudad Beocia que, tal como predijo el oráculo,
mató a su padre y se casó con su madre, si bien no era consciente de la
verdadera identidad de éstos. Cuando el adivino Tiresias desveló el verdadero
origen de Edipo y, en consecuencia, su parricidio y posterior incesto, la reina
Yocasta (madre y esposa de Edipo a la vez) se ahorcó en su palacio poseída por
la vergüenza. Edipo, desesperado, cogió un alfiler del vestido de Yocasta y se
sacó los ojos con él. El hermano de Yocasta, Creonte, tomó las riendas de la
ciudad y desterró a Edipo, que se fue huyendo de las Erinias y maldiciendo a
sus dos hijos, Eteocles y Polinices, por el trato vejatorio que había recibido
de ellos. Los hijos (y hermanos) de Edipo decidieron entonces hacerse cargo del
trono tebano alternándose cada año uno en el poder. Pero cuando pasó el primer
año Eteocles se negó a abdicar en su hermano y lo desterró de la ciudad alegando
que no era apto para reinar. Entonces Polinices se dedicó a buscar aliados para
su causa. Irónicamente acudió a Colono para pedir a su padre que le apoyara,
pues se decía que un aliado de Edipo siempre saldría vencedor. Sin embargo,
Polinices se encontró con una nueva maldición por parte de su padre, que
sentenció que sus dos hijos se matarían entre sí y le vaticinó que nunca
reinaría. Decepcionado, Polinices buscó apoyos en la ciudad de Argos, donde
reinaba el rey Adrasto.Dada por finalizada la guerra, Creonte se autoproclamó
rey de Tebas y declaró traidores a Polinices y a sus seguidores, prohibiendo,
bajo pena de muerte, el darles sepultura. Pero su sobrina Antígona desafió su
decreto y salió en la oscuridad de la noche para incinerar a su hermano. Creonte
la sorprendió y, viendo también una buena oportunidad para librarse de una
enemiga potencial, la condenó a ser enterrada viva en la tumba de Polinices.
Encargó a su hijo Hemón esta tarea, pero el joven, que era amante de Antígona,
primero le suplicó piedad y después, al no conseguirla, huyó con su amada, se
refugiaron entre unos pastores y tuvieron un hijo al que llamaron Meón.
Mientras tanto, Adrasto había ido a Atenas para suplicar al rey Teseo que
intercediera ante la crueldad de que los cadáveres de sus héroes no pudieran
ser recogidos y honrados por sus familiares. El ejército reunido por Teseo
derrotó al ejército tebano y dio los cuerpos de los argivos a sus familias para
que recibieran la debida sepultura. Como culmen a la tragedia, Evadne, la
esposa de Capaneo, no quiso separarse de su marido ni en la muerte y se arrojó
viva a la pira funeraria. Otra versión afirma que el adivino Tiresias hizo ver
a Creonte que los dioses no estaban de acuerdo con su actitud, y le convenció
de que sepultara a los vencidos. Pero cuando el rey, de mala gana, se disponía
a enterrar a los argivos y a liberar a Antígona, ésta se había ahorcado para
evitar ser enterrada viva. Hemón esperó a su padre en la tumba de Polinices y
le asesinó cuando éste acudía a cumplir la palabra dada a Tiresias. Después el
joven se suicidó a los pies del cuerpo pendiente de su amada Antígona con la
misma espada con la que había matado a su padre. Eurídice, la esposa de Creonte
y madre de Hemón, también se suicidó al conocer la muerte de ambos. [editar]
ConclusiónLa marcha de los siete contra Tebas fue definida y considerada como
la primera de las grandes guerras en Grecia, pues hasta entonces todas habían
tenido como contendientes a países vecinos. Por esto destacó la marcha del
ejército argivo desde el Peloponeso hasta Beocia, y su búsqueda de aliados en
países como Arcadia o Mesenia. También los tebanos solicitaron ayuda de lugares
tan lejanos como Fócide. Aunque la escena se repetiría en otras guerras como la
de Troya, esta expedición también fue novedosa por la forma en que se
desarrolló: un ejército derrotado en campo abierto se refugia en sus
fortificaciones y otro ejército inexperto en asedios sufre las bajas provocadas
por los proyectiles lanzados desde la ciudad y es finalmente derrotado cuando
el contrario observa su debilidad y sale de su refugio. También cabe destacar
que la victoria sobre los siete no supuso, ni mucho menos, el fin de los
problemas en Tebas. Diez años después, los hijos de los paladines argivos
muertos en la contienda planearon su venganza en la expedición que se conoce
como de los epígonos, de la que salieron vencedores.
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