jueves, 22 de septiembre de 2016

Hazañas de Perseo


«Los labios de la sabiduría están cerrados, excepto para los oídos del entendimiento.» El Kybalion. 


Nada le retenía ya a Perseo en aquellas abrasadas tierras africanas. Puso las alas a sus pies y se lanzó en un rápido vuelo. llegó hasta Etiopía, en la cual reinaba Cefeo, en el preciso momento en que Andrómeda, para expiar un crimen de su madre, había de perecer por una injusta sentencia de Júpiter Ammón. Perseo, viendo a esta joven princesa atada a una roca y expuesta a la voracidad de un monstruo marino... quedó enamorado de su belleza y de la bondad que brillaba en sus ojos. No pudo menos que acercarse a ella para preguntarle la causa de su infortunio. «Yo no creo, ¡oh bella princesa!, que merezcas que te aten otras ligaduras que las de mis brazos amantes. Dime tu nombre. Dime tu tierra. Dime la razón de tu cadena y la causa de tu duelo.» Andrómeda callaba. 

La vergüenza le impedía contestar al hermoso muchacho. Al fin, después de muchos ruegos varoniles, se decidió a decir su nombre, su país y las excesivas vanidades de su madre, comparándose en hermosura con Juno y las Nereidas. Ella siguió hablando hasta que vio salir del mar a un monstruo inmenso. Dio un grito terrible que debió de llegar hasta los oídos de sus culpables, pero desdichados padres. La Socorrió Perseo diciéndoles: «Tiempo tendréis de llorar vuestras desdichas. Pero si queréis socorrerla por lo pronto por lo pronto, entregádmela por esposa. Siendo yo hijo de Júpiter, no creo que se me niegue la gracia de su perdón.» Cefeo y la reina su esposa aceptaron esta proposición y prometieron a Perseo el reino como dote de su hija. Lo mismo que una embarcación movida vigorosamente por los remeros, así se vio avanzar al monstruo hacia la roca. Perseo se dispuso para la lucha. Se alzó en el espacio y, como un rayo, se dejó caer sobre el lomo de la bestia con la espada desnuda; penetró ésta hasta el puño en el ojo del monstruo.

Al sentirse herido se removió iracundo; y la sangre que manaba y el agua que expedía fueron tantas y de fuerza tan enorme, que al salpicar al audaz Perseo pusieron en peligro la estabilidad aérea. Nuevo ataque de éste; y la espada se clava en el vientre de la bestia... Al poco tiempo el océano se tragaba a su alimaña. En la ribera, Cefeo y su esposa, locos de contento, aplaudían a su futuro yerno y redentor de sus dolores. Andrómeda, ya libre, se da como precio al vencedor. Perseo elevó inmediatamente tres altares para dar gracias a los dioses. En el del centro sacrifica un toro al padre de los dioses; en el de la derecha, a Palas, una vaca; en el de la izquierda, a Mercurio, un becerro. Después abraza a Andrómeda. Amor e Himeneo les acompañan con las antorchas encendidas. Un perfume intenso se apodera de todos los olfatos. Se perciben dulcísimas músicas lejanas. Se agitaban los entusiasmos como si fueran banderolas.


Abrieron de par en par las puertas del palacio de Cefeo... y en él ya estaban preparadas las mesas del convite nupcial y el lecho de los desposados. Al final del banquete, cuando ya estaban todos los ánimos arrullados por el optimismo de los vinos, habló Perseo acerca de las costumbres y usos del país. Cefeo rogó que les contara cómo consiguió aquella cabeza de Medusa cuyos cabellos no eran sino víboras. «En el reino del Atlas -dijo Perseo- existe una ciudad fortificada con altas murallas, cuya custodia fue confiada a las hijas de Forcis, que tenían un solo ojo para ambas. Aprovechando el momento en que una de ellas prestaba el ojo a la otra, yo penetré en la ciudad y llegué hasta el palacio de las Gorgonas, adornado con las figuras de las fieras y de los hombres a los que la vista de Medusa había petrificado. Para evitar que me encantase a mí yo no la miré sino reflejada en mí escudo. Aproveché su sueño y le cercené la cabeza.» Preguntaron después a Perseo por qué Medusa tenía serpientes en vez de cabellos. «Es una historia digna de vuestra curiosidad. Os la voy a contar. Medusa, en un tiempo, fue la más amable de las criaturas. Inspiró grandes pasiones. Pero estaba enamorada sobre todo de sus cabellos. Neptuno y ella profanaron un templo de Palas, ante cuyos ojos pusieron su propio escudo para que no viera sus expansiones. Para castigar tamaño desacato, cada cabello de seda y oro de Medusa se transformó en una inmunda víbora... Víboras que, garbadas en su escudo, utiliza ahora ella para vengarse de sus enemigos.» Espero les guste este extracto del libro metamorfosis.....


Cuando Perseo mató a la Gorgona, se llevó la cabeza consigo y partió volando lejos, hasta la tierra donde vivía el rey Atlas. Atlas era un hombre de tamaño descomunal. Su mayor orgullo era su jardín ya que sus árboles daban frutos de oro. Perseo se presentó diciendo que venía de visita en calidad de huésped, pero Atlas, desconfiado, temiendo que quisiera robarle sus frutos dorados lo echó. Atlas era un gigante y Perseo no se animaba a enfrentarlo. Entonces le ofreció como obsequio la caja que escondía la cabeza de la Gorgona. Perseo abrió la caja mientras apartada sus ojos y levantó la cabeza de la Gorgona. Al instante Atlas quedó convertido en piedra. Su cuerpo aumentó de tamaño hasta convertirse en una montaña Luego de convertir al gigante Atlas en piedra, Perseo voló hasta el país de los etíopes cuyo rey era Cefeo.

La reina de los Etíopes, Casiopea en un alarde de orgullo por su belleza se comparó con las Ninfas del Mar. Estas en represalia enviaron a un monstruo marino para que devastara la costa. El rey Cefeo, preocupado consultó al oráculo y este le ordenó sacrificar a su bella hija Andrómeda al monstruo para apaciguarlo. El rey, entonces mandó encadenar a su hija a una roca junto al mar para ser devorada por la bestia del mar. Perseo, cuando se acercó a la costa en su vuelo divisó a la hermosa doncella encadenada frente al mar y, sin dar crédito a sus ojos se acercó a ella para preguntarle la razón de su triste destino. Andrómeda, llorando desconsoladamente le confesó que su destino era ser la víctima que calmaría la furia de los embates del monstruo del mar. Mientras conversaban el monstruo marino se acercaba a la costa.


El rey Cefeo y la reina Casiopea eran testigos desgraciados del final trágico de su hija ya que nada podía hacer por ella. Perseo, al ver la hermosura de Andrómeda y la desesperación de sus padres se presentó y ofreció exterminar al monstruo, pidiendo al mismo tiempo como recompensa a su hija en matrimonio. Los padres aceptaron encantados y le prometieron además una boda real. Perseo sin titubear se lanzó en feroz lucha contra la bestia marina. Le clavó su espada, el monstruo se retorció y devolvió el ataque con furia descontrolada. Perseo, con sus alas esquivaba los coletazos y le clavaba la espada en cada sitio libre que encontraba. Poco a poco fue guiando la furia del monstruo hasta la costa ya que sus alas estaban mojadas y cuando lo tuvo cerca le partió una roca entre los ojos y el monstruo echando agua y sangre por la nariz, murió tras un atronador aullido. Él rey de los etíopes y su esposa desencadenaron a la doncella de la roca. Felices y agradecidos con Perseo, le ofrecieron la mano de su hija.






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