Lejos de nuestras tierras,
allá adonde van las golondrinas
cuando el invierno llega a nosotros,
una estrella en el pecho y sable al cinto ,
pizarrín de diamante sobre pizarras de oro,
aprendido de memoria
sentada en un escabel de reluciente cristal,
Era aún de madrugada
cuando pasaron por el lugar,
yacía dormida en el cuarto
varios círculos sobre el tejado,
estiraron los largos cuellos
aleteando vigorosamente,
nadie los oyó ni los vio.
Remontándose hasta las nubes,
por esos mundos de Dios,
hacia un gran bosque tenebroso
que se extendía hasta la misma orilla del mar .


Él recreó estéticamente los cuentos populares escuchados en su infancia, en las cámaras de tejer, las cosechas de campiña y los barrios del pobrerío. No se limitó a transcribir los cuentos de la tradición oral al estilo de Charles Perrault y los hermanos Grimm, sino que les dio un tratamiento literario para atrapar la atención de los lectores. Es digno destacar que, durante mucho tiempo, Andersen estuvo influenciado no sólo por Perrault y los Grimm, sino también por los hermanos Orsted, cuyos trabajos en el campo de las ciencias naturales le sirvieron para asimilar los conceptos: “Det gode, det skönne og det sade” (Lo bueno, lo bello y lo feo). El mito, la leyenda y la historia, son materias primas que Andersen transformó en verdaderas joyas literarias. La estructura de sus cuentos es simple y su eje temático gira en torno a las clásicas contradicciones humanas. “Nadie como él supo penetrar en ese calidoscopio misterioso que es el mundo de los seres y las cosas. Aborda una temática múltiple de la condición humana: el amor, el dolor, la necesidad, el orgullo, el egoísmo, la crueldad, el dualismo; en fin, llega a plantear hasta la problemática del bien y del mal con todos sus recovecos.
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