El marido de Catalina, Pedro, vive a contrapelo de los tiempos; frente a un retrato de Pedro el Grande se burla de sus antecesor, quien modernizó la antigua Rusia para acercarla al resto de Europa, mietras él propone un régimen despótico; Catalina, por su parte, desea hacerse también con el poder, y las ambiciones de cada uno determinan las alianzas y estrategias que cada uno debe efectuar; hay que destacar que la historia se desarrolla en un futuro en el que Trotsky es un santo, y los antiguos símbolos de Rusia permanecen como señales de autoridad, al lado del trasiego de armas atómicas y manipulaciones genéticas.
La voz de Adja -como el incienso- nos guía desde las primeras páginas por los pasillos de ésta historia, en la que varias sorpresas aguardan a cada uno de los personajes. Decadencia, ruina, venganza y algunos toques de humor, completan el guión de Dufaux, uno de los viejos conocidos de por aquí; a la par de Adamov, dibujante famoso especialmente por su trabajo en Las Aguas de Mortelune.
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