lunes, 14 de noviembre de 2016

Vidas Ilustres 001 - Guillermo Marconi

Guillermo Marconi (en italiano, Guglielmo Marconi; Bolonia, 25 de abril de 1874-Roma, 20 de julio de 1937) fue un ingeniero eléctrico, empresario e inventor italiano, conocido como uno de los más destacados impulsores de la radiotransmisión a larga distancia, por el establecimiento de la Ley de Marconi así como por el desarrollo de un sistema de telegrafía sin hilos (T.S.H.) o radiotelegrafía. Ganó el Premio Nobel de Física en 1909.
Fue también uno de los inventores más reconocidos y, además del Premio Nobel, ganó la Medalla Franklin, fue presidente de la Accademia Nazionale dei Lincei y el rey Víctor Manuel III de Italia lo nombró marqués, con lo que pasó a recibir el trato de «Ilustrísimo Señor». Además, está incluido en el Salón de la Fama del Museo de Telecomunicaciones y Difusión de Chicago, y en su honor se entregan los NAB Marconi Radio Awards, premios entregados anualmente por la Asociación Nacional de Radiodifusión de los Estados Unidos.
Segundo hijo de Giuseppe Marconi, terrateniente italiano, y su esposa de origen irlandés Annie Jameson, estudió en la Universidad de Bolonia. Fue allí donde llevó a cabo los primeros experimentos acerca del empleo de ondas electromagnéticas para la comunicación telegráfica. En 1896 los resultados de estos experimentos se aplicaron en Gran Bretaña, entre Penarth y Weston, y en 1898 en el arsenal naval italiano de La Spezia. A petición del gobierno de Francia, en 1899 hizo una demostración práctica de sus descubrimientos, y estableció comunicaciones inalámbricas a través del canal de la Mancha, entre Dover y Wimereux.
Patentó la radio, aunque solo en un país y utilizando para su realización diecisiete patentes de Nikola Tesla, fechadas el 2 de julio de 1897 en el Reino Unido. En años posteriores dicha paternidad fue disputada por varias personas. De hecho, otros países, tales como Francia o Rusia rechazaron reconocer la patente por dicha invención, refiriéndose a las publicaciones de Alexander Popov publicadas anteriormente. En 1943 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictaminó que la patente relativa a la radio era legítima propiedad de Tesla, y lo reconoció como inventor legal de esta, si bien esto no trascendió a la opinión pública, que sigue considerando a Marconi como su inventor. En todo caso, fue Marconi quien desarrolló la radio comercialmente.
Atraído por la idea de transmitir ondas de radio a través del Atlántico, marchó a Saint John's (Terranova), donde, el 12 de diciembre de 1901 recibió la letra «S» en Código Morse, transmitida por encargo suyo desde Poldhu (Cornualles) por uno de sus ayudantes, a través de 3360 km de océano. No obstante, la primera comunicación transatlántica completa no se hizo hasta 1907. Reginald Aubrey Fessenden ya había trasmitido la voz humana con ondas de radio el 23 de diciembre de 1900.
En 1903 estableció en los Estados Unidos la estación WCC, para transmitir mensajes de este a oeste, en cuya inauguración cruzaron mensajes de salutación el presidente Theodore Roosevelt y el rey Eduardo VII del Reino Unido. En 1904 llegó a un acuerdo con la Oficina de Correos británica para la transmisión comercial de mensajes por radio. Ese mismo año puso en marcha el primer periódico oceánico a bordo de los buques de la línea Cunard, que recibía las noticias por radio.
Su nombre se volvió mundialmente famoso a consecuencia del papel que tuvo la radio al salvar cientos de vidas con ocasión de los desastres del Republic (1909) y del Titanic (1912).
El valor de la radio en la guerra se demostró por primera vez durante la guerra ítalo-turca de 1911. Con la entrada de Italia en la I Guerra Mundial en 1915, fue designado responsable de las comunicaciones inalámbricas para todas las fuerzas armadas, y visitó los Estados Unidos en 1917 como miembro de la delegación italiana.
Tras la guerra pasó varios años trabajando en su yate, Elettra, preparado como laboratorio, en experimentos relativos a la conducción de onda corta y probando la transmisión inalámbrica dirigida.
Obtuvo, en 1909, el premio Nobel de Física, que compartió con Karl Ferdinand Braun. Fue nombrado miembro vitalicio del Senado del Reino de Italia en 1918 y en 1929 recibió el título de marqués. Se cree que Nikola Tesla rechazó el premio Nobel porque decía precisamente que Marconi había tomado patentes suyas para hacer su invento, y que hasta que le retirasen el premio a Marconi él no lo aceptaría.

La Radio Vaticana fue fundada por Guillermo Marconi e inaugurada por Pío XI (con el mensaje radial Qui arcano Dei) el 12 de febrero de 1931.

Leyendas de America 001 - Las Lavanderas Nocturnas

Vivía en la Guajira un cacique indio, jefe la tribu hipoana, de inflexible carácter y temido por su crueldad. Este cacique, llamado Caraire, había recogido, desde muy pequeña, a una sobrina suya, huérfana llamada Irúa, a la que quería como hija y de cuya belleza y hermosura se enorgullecía, despreciando a cuantos deseaban tomarla por esposa.
Caraire deseaba casarla con su amigo inseparable Jarianare, el más rico y poderoso de todos los habitantes de la comarca; su fortuna era fabulosa y su dueño soñaba compartirla con la bella india que huía de él. La muchacha estaba locamente enamorada de su compatriota Arite , indio intrépido y arrogante, pero desprovisto de fortuna, que no contaba más que con el día y la noche. Este se presentó un día a ver al jefe y le pidió a Irúa por esposa. Fue rechazado con todo desprecio por el cacique echándole en cara su pobreza, y tuvo que retirarse, triste y desalentado, sintiendo desgarrado su corazón, porque con pasión amaba a la joven.
Desde entonces fue su amor más fuerte y fiero; intentaba convencer a la india para que huyese con él a los últimos confines del mundo: pero Irúa temía la cruel venganza del cacique, que les hubiera perseguido y dado alcance y prefería esperar y convencerle.
Caraire, deseando alejar cuanto antes a Arite de la joven, le propuso ir a guerrear con él contra las vecinas tribus indias, con las que sostenía frecuentes guerras. El muchacho aceptó, con la esperanza de que al ser dueño de un gran botín, conseguiría fácilmente a Irúa, la más codiciada de las mujeres indias. se despidió con gran dolor de la muchacha y ella le dijo:
-Marcha tranquilo, que yo no quebraré mis juramentos.
Trieste y silenciosa quedó la doncella, con las mejillas bañadas en lágrimas, cuando vio venir hacia ella al cacique, que con tono inflexible, le dijo:
-Arite ya no volverá: En breve celebrarás tu matrimonio con el indomable Jarianare.
No pudo escuchar más la joven; su cuerpo se tambaleaba y sintiendo que se le iba la vida cayó desfallecida.
Al día siguiente apenas amaneció, se levantó muy decidida y se encaminó a consultar al más sabio de los viejos de la Guajira, un mago a quien todos los habitantes veneraban. Veía el porvenir en los astros y en las tranquilas aguas de las fuentes y en rocío de las flores. Irúa le explicó sus sufrimientos y el mago, consultando su ciencia, le contestó:
- El indio Arite no pisará más los dominios de Caraire. Su espíritu andará errante por el espacio y tú estarás condenada a lavar ropa a medianoche en las orillas de la laguna, hasta que llegue el hombre que adoras; le envolverás en tu amor y volareis juntos a las regiones ignoradas.
Gran tristeza causó a la muchacha las predicciones del sabio y se dejó consumir por la pena lentamente, hasta morir de dolor, como el arroyo se agota por el calor del verano. Su único consuelo era llegar a fundir cerca su espíritu con el que amaba.
El cacique sufrió profundamente, hasta derramar lágrimas a la muerte de la bella Irúa y la hizo enterrar cerca del lago con gran esplendor.
Sin embargo, Arite no había muerto, luchaba con arrojo en todos los combates, con la dulce esperanza de poseer a Irúa en recompensa. Pero cuando tuvo noticia de su muerte, tiró las armas con desaliento. ¡ Ya no le interesaba nada en la vida!. Se encaminó a su antigua tribu, atravesó extensos páramos y escaló alturas, llegando a la cumbre de un monte, desde donde se divisaba el agua plateada de la laguna. Se acercó a ella y vió iluminadas por el resplandor de la luna, las rocas de la orilla y sobre ellas unas siluetas blancas de mujeres etéreas, con el cabello al viento, que lavaban y tendías ropa en las peñas.
Se aproximó y lanzó un grito al reconocer entre ellas a Irúa, al mismo tiempo que ella loca de alegría, iba a su encuentro. Se unieron en un abrazo e Irúa le dio un beso frío, de ultratumba, que, removiéndole las entrañas, derramó en ellas el frío de la muerte.
Todos los habitantes acudieron al día siguiente para contemplar el cadáver de Arite en las rocas del lago y se le dio sepultura junto a Irúa.

El cacique murió a los pocos meses, vencido por las tribus enemigas, y desde entonces ven los indios su alma por las noches, que vaga por montes y llanuras, huyendo de las lavanderas nocturnas...

Joyas de la Mitología 001 - El nacimiento de Hercules

El cuarto está oscuro. Afuera no brilla la luna, ni siquiera una estrella.
Alcmena, sola, piensa en su marido, Anfitrión, que ahora está guerreando con Pterelao y los tafios, para vengar la muerte de su cuñado. Durante largo tiempo ella deseó esta venganza. Llegó incluso a pedirle insistentemente a Anfitrión que fuera a pelear.
Pero en este momento, llena de nostalgia, se arrepiente. Entiende que lo único realmente importante para ella es la presencia del esposo.
Una sombra crece fuera de la casa. Asustada, inmóvil, la joven observa los movimientos de un hombre que se aproxima. Dos manos enormes abren la ventana. Alcmena grita. Pero cuando ve el rostro del recién llegado, suspira aliviada.
Es Anfitrión que vuelve del combate. Trae una sonrisa en los labios, inmenso cariño en los ojos, y muchas historias de guerra para contar.
Al verlo entrar, la mujer desconfía, aunque sin comprender la razón: el viajero tiene la voz y el rostro de su esposo, pero no le parece que fuera realmente él.
Anfitrión nada nota, o finge no notarlo. Continúa contando historias de batallas. Y, para probar lo que dice, entrega a la joven un vaso de Pterelao, el enemigo vencido.
Ante esa prueba, Alcmena olvida su desconfianza y se entrega a su marido. Solo mucho más tarde comprendería el porqué de su vaga sospecha. El visitante de aquella noche no era Anfitrión, sino Zeus (Júpiter), el rey de los dioses, que, enamorado de la mortal, había tomado la apariencia del esposo ausente para introducirse en su casa.

Insaciable, Zeus hizo durar la noche tres días completos, ordenando a Sol que no se levantase durante el tiempo del amor.
Y de esa mentira forjada por el dios, Alcmena engendró a Heracles (Hércules).
Finalmente, Anfitrión vuelve al hogar. Viene lleno de nostalgia y de deseo. Al ver a Alcmena en la puerta de la casa empieza a correr y a gritar que la guerra ha acabado. Y que él es el vencedor.
Alcmena está feliz, pero no entiende la euforia exagerada: para ella el marido estaba en casa desde hacía tiempo. Anfitrión y Alcmena conversan toda la noche. El equívoco, sin embargo, permanece. El cuenta sus historias de guerra. Ella ya las sabe de memoria.
Para esclarecer tan extraño hecho, Anfitrión acude al adivino Tiresias, que le habla del disfraz y de la visita de Zeus (Júpiter). Loco de celos, el hombre vuelve a casa, golpea a su mujer y decide matarla.
Inocente y culpable, Alcmena pide piedad, pero Anfitrión, en su furor, no oye nada. Arrastra a la joven hasta la plaza pública, la ata entre dos palos cruzados y les prende fuego.
Viendo el mal que había causado a la pobre mujer, Zeus interviene en la tierra. Hace llover intensamente y apaga la hoguera.
Anfitrión entiende el aviso divino. Perdona a su esposa. Vuelve con ella a casa y, la misma noche, engendra un hijo, Ificlés.
En el cuerpo de Alcmena, Heracles (Hércules) e Ificlés, engendrados por padres diferentes, esperan la hora de ver la luz. Para el hijo de Anfitrión, esa hora llegará sin dificultades. Pero al nacimiento del hijo de Zeus la celosa Hera (Juno) opondría duros obstáculos.
Para iniciar su terrible obra de odio, la reina del Olimpo manda a su hija Ilitia, la diosa de los partos, que retrase el nacimiento del héroe.
Auxiliada por las Moiras (las Parcas), mensajeras del destino, Ilitia se coloca en el umbral del cuarto de Alcmena con las manos y los pies cruzados, durante nueve días y nueve noches seguidas.
En esa posición mágica, que cierra la matriz y tiene el sentido de un nudo, las cuatro divinidades sujetan a la mujer e impiden que se libere del niño.
Hércules fuerza el vientre de la madre. Está ansioso por ver la luz del día. Alcmena se retuerce de dolor y aflicción. Teme por su propia vida y por la salud del niño.
Las Moiras e Ilitia continúan en la posición mágica, en el marco de la puerta. Galintia, amiga de Alcmena, mira a las emisarias de Hera, que parecen clavadas en la puerta, prolongando el sufrimiento de la mortal. Y decide engañarlas.
Entra en el cuarto. Se detiene junto a la amiga. Aguarda algunos momentos. Y de pronto sale corriendo, finge alegría, y declara a las diosas que el niño a nacido a pesar de Hera.
Inmediatamente, Ilitia y las Moiras descruzan manos y pies, y se va. Hércules finalmente puede nacer.
Alcmena sabe que no existe otro camino para salvar a su hijo. Tendrá que alejarlo, para que el odio de Juno no lo reconozca y lo destruya. Permaneciendo al lado de su madre se convertiría en blanco fácil para la celosa diosa.
Llorosa, la pobre mujer toma al niño y se pone en camino. Se detiene en una planicie abandonada. Busca un lugar abrigado donde pueda depositar al niño. Lo encuentra entre unos arbustos y allí abandona al pequeño Hércules.
Después regresa angustiada a su casa. ¡Que los dioses tengan piedad del destino de su hijo y del de ella misma, pues su dolor es tan intenso que parece detenerle el corazón!
Hércules duerme en la planicie que después tomaría su nombre.

Se aproxima dos mujeres. Al verlo, quedan encantadas de tanta gracia y belleza. Son Juno y Minerva, la diosa de la sabiduría.
Juno no reconoce al hijo de Júpiter. Minerva si sabe muy bien quién es ese niño. Pero tiene sus razones para no revelarlo a su compañera: si Juno le da de mamar a Hércules, se volverá inmortal. Y eso es justamente lo que desea la sabia diosa.
Siempre encantada con la belleza del bebé, la reina del Olimpo se aproxima. Juega con él, le sonríe cariñosamente, como si nunca pudiera ser su enemiga.
Minerva observa, enternecida. Aprovecha el embeleso de Juno para pedirle que le dé el pecho al niño. La diosa accede.
Pero Hércules, hambriento, le muerde el seno para conseguir mamar. Juno, enfurecida, lo arroja lejos de sí y se aleja hacia el Olimpo.
Allá en lo alto, la leche que le brota del seno forma una estela en el firmamento y los hombres la llamarán la Vía Láctea, el camino de leche.
Minerva toma al niño en los brazos y se lo lleva de vuelta a Alcmena. La diosa le explica a la madre que Juno lo perseguirá toda la vida pero, en compensación, Júpiter ha de proteger a su hijo.

Epopeya 001 - Los Niños Héroes

Se llama Niños Héroes a 6 cadetes mexicanos que fueron asesinados en la Batalla de Chapultepec los días 12 y 13 de septiembre de 1847 durante la Guerra Mexicana-Estadounidense en la que participaron 46 cadetes. De los cadetes muertos, cinco eran cadetes estudiantes y un cadete recién graduado del Colegio Militar. De este grupo, la historia oficial posterior (con mayor notoriedad en 1947) deformó en distintas etapas con fines nacionalistas los hechos, para destacar a sólo estos cinco estudiantes y al recién graduado del Colegio Militar, aunque también se destacó el Coronel Felipe Santiago Xicoténcatl en 1947 poniendo sus restos al centro del Altar a la Patria.
Luego de ser solicitada la entrada a la Federación Estadounidense del estado de Texas por parte de los colonos y emigrantes ilegales anglosajones que la habían separado de la República Centralista Mexicana en 1837, bajo el pretexto de solicitar su separación del estado de Coahuila y constitución como un estado federado y por ende de la restitución de la Constitución Federal Mexicana de 1824 y que para el momento se había proclamado como la República de Texas. El gobierno mexicano rompió relaciones con los EE. UU. al declararse su ingreso a la Federación Estadounidense.
Es entonces que el gobierno de los EE. UU. manda tropas a la zona norte del rio Bravo para asegurar la franja de territorio que estaba en disputa entre el estado de Texas y el gobierno mexicano, ya que este último sólo reconocía como frontera el río Nueces ubicado más al norte. Estas tropas crearon una serie de fuertes en la zona, es en esta zona donde se dieron varios encuentros con patrullas del Ejército del Norte del Ejército Nacional Mexicano.
Es así como el gobierno estadounidense renueva sus solicitudes al gobierno mexicano para pactar la venta de los territorios del norte de México, pero al recibir las negativas de este, empieza una serie de preparaciones gubernamentales y privadas como fueron la toma de San Francisco en 1845 y la inmigración ilegal de miembros de la Iglesia Mormona al Lago Salado que se pertenecía al territorio mexicano de Nuevo México en 1846 y que posteriormente se convirtió en el territorio de Utah.

Declarada la guerra por parte de EE. UU. el 25 de julio de 1846, luego del Sitio de la Fortaleza Texas al norte del Rio Bravo, y por parte de México el 23 de mayo de 1846. Se iniciaron una serie de expediciones por parte del ejército regular de los EE. UU. en los territorios del norte para apoyar las insurrecciones que emigrantes ilegales anglosajones realizaron en varios de los pueblos mexicanos de California y Nuevo México declarando el territorio como repúblicas independientes pero su inmediata anexión a los EE. UU., estas expediciones por el número bajo y su poca preparación de las fuerzas mexicanas fueron exitosas, pero para poder asegurar la posesión de esos territorios debieron empezar con expediciones sobre las ciudades de Monterrey y la ciudad de México, para evitar el envió de fuerzas regulares al norte, es en este momento que el ejército de los EE. UU. Bajo el mando de Winfield Scott toma el puerto de Veracruz y sigue por lo que llamarón la Ruta de Cortes, es así como el Ejército Nacional fortifica el Peñón de los Baños, ya que para la fecha era la entrada natural al oriente de la ciudad entre los lagos de Texcoco y Xochimilco, pero el Ejército Estadounidense toma el camino más largo rodeando por el sur la Sierra de Santa Catarina, es en este que se dan la Batalla de Churubusco y la Batalla de Padierna.
Considerando que en esa época la ciudad de México estaba fortificada por una serie de canales y puertas que servían como aduana de la ciudad, la entrada más adecuada era por Chapultepec ya que el terreno estaba para la época seco, al contrario de norte, oriente y sur donde aún había lagos y zonas pantanosas, por lo que mandó fortificar el cerro de Chapultepec que para la época servía como almacén de pólvora y Colegio Militar, la fábrica de pólvora de Santa Fe fue mandada desalojar para evitar un ataque a la misma aunque luego fue destruida por las fuerzas estadounidenses.
Como las instalaciones del Colegio servirían de cuartel general, se mandó desalojar a los cadetes que en sus diferentes grupos tenían edades comprendidas entre los 13 y 19 años, muchos obedecieron, otros fueron llevados por sus familias y solo 46 cadetes solicitaron quedarse para defender su plantel, a este grupo se unieron varios cadetes recientemente graduados, los cuales aún no recibían una asignación en el Ejército Nacional, además de 19 miembros de la administración del plantel desde el director, instructores, maestros y el despensero del plantel militar.
En septiembre de 1847 varios grupos del Ejército del Norte que se había retirado bajo las órdenes de Antonio López de Santa Anna se fortificaron en los alrededores del bosque y el cerro de Chapultepec, el ejército estadounidense mientras tanto tomo al palacio del Ex Arzobispado en Tacubaya como base de operaciones y llevó a cabo parte del proceso marcial contra los integrantes del Batallón de San Patricio, avanzaron y tomaron la casamata ubicada al poniente del bosque el día 11, el día 12 bombardearon el Castillo de Chapultepec y otras posiciones en el Bosque y el día 13 se dio el asalto por la infantería estadounidense del castillo por el sur y el poniente del cerro, al cual tomaron por la tarde avanzando hasta la Garita de Belén, donde fueron detenidos por las fuerzas mexicanas que se habían replegado a la Ciudadela para preparar la defensa de la ciudad, pero en la noche recibieron la orden de abandonar la ciudad por parte de Antonio López de Santa Anna quien no había participado en la batalla.
Es hasta el día 15 cuando ya tomada de forma pacífica la ciudad de México que el ejército estadounidense empieza a buscar a los heridos tirados en el campo de batalla, reúne los cuerpos de sus muertos, y permite lo mismo a civiles y prisioneros de guerra mexicanos quienes usan las trincheras como tumbas comunes ya que muchos de los combatientes estaban lejos de su lugar de origen, en el caso de los EE. UU. Entierra a sus muertos en un terreno ubicado en las esquinas de Circuito Interior y Calzada de Tacuba, que es declarado como un parque memorial por el gobierno estadounidense y hoy en día forma parte de la embajada de los EE. UU. Por lo que jurídicamente se considera suelo estadounidense. Los mexicanos por su parte entierran en varios lugares a los muertos.

Aventuras de la Vida Real 001 - Cristobal Colon

(Cristóforo Colombo; Génova?, 1451 - Valladolid, 1506) Descubridor de América. El origen de este navegante, probablemente italiano, está envuelto en el misterio por obra de él mismo y de su primer biógrafo, su hijo Hernando Colón. Parece ser que Cristóbal Colón empezó como artesano y comerciante modesto y que tomó contacto con el mar a través de la navegación de cabotaje con fines mercantiles.
En 1476 naufragó la flota genovesa en la que viajaba, al ser atacada por corsarios franceses cerca del cabo de San Vicente (Portugal); desde entonces Colón se estableció en Lisboa como agente comercial de la casa Centurione, para la que realizó viajes a Madeira, Guinea, Inglaterra e incluso Islandia (1477).
Luego se dedicó a hacer mapas y a adquirir una formación autodidacta: aprendió las lenguas clásicas, que le permitieron leer los tratados geográficos antiguos (teniendo así conocimiento de la esfericidad de la Tierra, defendida por Aristóteles o Tolomeo y comúnmente aceptada entre los estudiosos del siglo XV), y empezó a tomar contacto con los grandes geógrafos de la época (como el florentino Toscanelli).
De unos y otros llegó a Cristóbal Colón la idea de que, siendo la Tierra esférica, la costa oriental de Asia podría alcanzarse fácilmente navegando hacia el oeste. Una serie de cálculos erróneos le habían hecho subestimar el perímetro terrestre y le llevaron a suponer, en consecuencia, que Japón se hallaba a 2.400 millas marinas de Canarias, distancia que, en realidad, es la que separa las Antillas del archipiélago canario.
Por otra parte, algunos marineros portugueses versados en la navegación atlántica le informaron seguramente de la existencia de islas que permitirían hacer escala en la navegación transoceánica; e incluso es posible que, como aseguran teorías menos contrastadas, tuviera noticia de la existencia de tierras por explorar al otro lado del Océano, procedentes de marinos portugueses o nórdicos (o de los papeles de su propio suegro, colonizador de Madeira). En cualquier caso, hacia 1480 Colón estaba decidido a acometer la empresa de abrir una ruta naval hacia Asia por el oeste, basado en la acertada hipótesis de que la Tierra era redonda, y en el doble error de suponerla más pequeña de lo que es y de ignorar la existencia del continente americano, que se interponía en la ruta proyectada.
El interés económico del proyecto era indudable en aquella época, ya que el comercio europeo con Extremo Oriente, basado en la importación de especias y productos de lujo, era extremadamente lucrativo; dicho comercio se realizaba por tierra a través de Oriente Medio, controlado por los árabes. Los portugueses llevaban años intentando abrir una ruta marítima a la India bordeando la costa africana, empresa que culminaría Vasco Da Gama en 1498.
El descubrimiento de América
Colón ofreció su proyecto al rey Juan II de Portugal, quien lo sometió al examen de un comité de expertos. Aunque terminó rechazando la propuesta, el monarca portugués puso previamente como condición que no se zarpase desde las Canarias, pues, en caso de que el viaje tuviera éxito, la Corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en virtud del Tratado de Alcaçobas. Colón encontró demasiado arriesgado partir de Madeira (sólo confiaba en los cálculos que había trazado desde las Canarias) y probó suerte en España con el duque de Medina Sidonia y con los Reyes Católicos, que rechazaron su propuesta por considerarla inviable y por las desmedidas pretensiones de Colón.

Finalmente, la reina Isabel la Católica aprobó el proyecto de Colón por mediación del tesorero del rey, Luis de Santángel, a raíz de la toma de Granada, que ponía fin a la reconquista cristiana de la Península frente al Islam (1492). La reina firmó las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, por las que concedía a Colón una serie de privilegios como contrapartida a su arriesgada empresa. Obtenida la financiación necesaria, y contando con la inestimable ayuda de Martín Alonso Pinzón, Colón armó una flotilla de tres carabelas (la Pinta, la Niña y la Santa María) con las que partió del puerto de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492.
Colón navegó hasta Canarias y luego hacia el oeste, alcanzando la isla de Guanahaní (San Salvador, en las Bahamas) el 12 de octubre de 1492. Por primera vez (si se prescinde de la gesta sin consecuencias de los vikingos) un grupo de europeos pisaba tierras americanas, aunque ni Colón ni sus tripulantes eran conscientes de ello. En aquel viaje descubrió también Cuba y La Española (Santo Domingo), e incluso construyó allí un primer establecimiento español con los restos del naufragio de la Santa María (el fuerte La Navidad). Persuadido de que había alcanzado las costas asiáticas, regresó a España con las dos naves restantes en 1493.
Colón realizó tres viajes más para continuar la exploración de aquellas tierras. En el segundo (1493-1496) tocó Cuba, Jamaica y Puerto Rico y fundó la ciudad de La Isabela; pero hubo de regresar a España para hacer frente a las acusaciones surgidas del descontento por su forma de gobernar La Española. En el tercer viaje (1498-1500) descubrió Trinidad y tocó tierra firme en la desembocadura del Orinoco; pero la sublevación de los colonos de La Española forzó su destitución como gobernador y su envío como prisionero a España.
Tras ser juzgado y rehabilitado, se revisaron sus privilegios (quedando excluido el poder virreinal) y emprendió un cuarto viaje (1502) con prohibición de acercarse a La Española; recorrió la costa centroamericana de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Regresó a España en 1504 y pasó el resto de su vida intentando conseguir mercedes reales para sí mismo y para sus descendientes, pues el rey Fernando el Católico intentaba recortar los privilegios concedidos ante las proporciones que iba tomando el descubrimiento y la inconveniencia de dejar a un advenedizo como único señor de las Indias.
Colón había descubierto América fortuitamente como consecuencia de su intuición y de su fuerza de voluntad. Aunque fracasó en su idea original de abrir una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, abrió algo más importante: un «Nuevo Mundo» que, en los años siguientes, sería explorado por navegantes, misioneros y soldados de España y Portugal, incorporando un vasto territorio a la civilización occidental y modificando profundamente las condiciones políticas y económicas del Viejo Continente.
De Américo Vespucio procede el sonoro nombre con que se bautizó al Nuevo Mundo; no es extraño que una etimología popular (falsa porque Colón es una castellanización de su apellido italiano) hiciese derivar del nombre del descubridor términos nada prestigiosos, como colonialismo o colonizar. El descubrimiento de América fue, en efecto, el pistoletazo de salida de la colonización europea del continente, empresa en la que se dieron cita el heroísmo y la barbarie, el propósito evangelizador y la explotación o exterminio de los indígenas, el ideal imperial y la sed de oro y poder.
Pioneros de este proceso, que ocuparía todo el siglo XVI y al que pronto se sumarían otras potencias europeas, fueron los llamados conquistadores, como Hernán Cortés(México), Francisco Pizarro y Diego de Almagro (Perú) o Pedro de Valdivia (Chile), entre otros muchos. Aunque los vikingos habían llegado a América del Norte unos quinientos años antes (expedición de Leif Ericson), no habían dejado establecimientos permanentes ni habían hecho circular la noticia del descubrimiento, quedando éste, por tanto, sin consecuencias hasta tiempos de Colón.